
Reconocer los síntomas del estrés y aprender a manejarlos ayuda a prevenir problemas físicos y emocionales.
El fin de año suele asociarse con celebraciones, balances y nuevos comienzos, pero también es un período en el que muchas personas experimentan niveles elevados de estrés. El cierre de ciclos laborales y académicos, las exigencias sociales, los compromisos familiares y las presiones económicas pueden generar un impacto significativo en la salud física y emocional.
El estrés sostenido activa mecanismos hormonales que preparan a tu cuerpo para responder a una amenaza. De esta manera, puede ser que experimentes insomnio, dolores de cabeza, contracturas musculares, problemas digestivos, irritabilidad, ansiedad y sensación constante de cansancio. Si además tenés alguna enfermedad crónica, como hipertensión, trastornos cardiovasculares o alteraciones metabólicas, el estrés puede agravarla.
Por eso, es muy importante que aprendas a identificar las señales de alerta. Cambios en el estado de ánimo, dificultad para concentrarse, alteraciones del apetito o del sueño y molestias físicas frecuentes son indicadores de que el cuerpo necesita una pausa.
Recordá que los hábitos saludables pueden ayudar a reducir el impacto del estrés de fin de año. Mantené horarios regulares de descanso, realizá actividad física moderada, sostené una alimentación equilibrada y reservá momentos para actividades placenteras. En el ámbito social y laboral, también es fundamental que puedas establecer límites, priorizar tareas y aceptar que no todo debe resolverse de manera perfecta.
Diciembre es un mes de muchas exigencias internas y externas. Si sentís que el estrés te sobrepasa, no dudes en consultar con tu médico. Él tiene la respuesta.




