Si bien se manifiesta dentro del ámbito institucional, el acoso escolar o bullying es una problemática social y debemos abordarla entre todos.

Burlas, sobrenombres ofensivos, empujones o amenazas son algunas de las caras del acoso escolar. En Argentina, se estima que siete de cada diez chicos lo sufren, y se intensifica por cuestiones de género, orientación sexual e identidad de género.

Para el niño o niña que recibe la agresión, este tipo de maltrato puede provocar consecuencias graves como depresión, bajo rendimiento o deserción escolar, autolesiones, e ideación suicida entre otras. No es una problemática para tomar a la ligera, ya que la salud física y mental de nuestros niños y niñas está en juego.

¿Una problemática institucional?

Como lo indica su nombre, el acoso escolar ocurre en el marco institucional. En este contexto, se espera que sea la escuela la que dé respuestas a esta problemática. La Ley 26.892 de Convivencia Escolar “establece criterios para tratar los conflictos dentro de las escuelas de todos los niveles del sistema educativo nacional.”

Esta ley les confiere a las instituciones educativas la responsabilidad de abordar las situaciones de acoso y trabajar entre todos los actores implicados para que se reparen y no se repitan. Además, son estas quienes deben elaborar sus propias normas de convivencia y trabajar con ellas para prevenir situaciones de violencia.

Dentro del marco educativo, el acoso escolar se debe prevenir utilizando diferentes estrategias. Sin embargo, para abordar la problemática de raíz, el cambio debe venir desde afuera.

¿O una problemática social?

Porque si bien el acoso se manifiesta en la escuela, su origen es social y es tarea de todos combatirlo. Es en el marco institucional donde se despliegan las relaciones de poder que generan desigualdades entre los compañeros y facilitan las situaciones de acoso, pero para que haya niños agredidos también tiene que haber niños agresores.

Como padres, y como miembros de la sociedad en general, nuestra responsabilidad es abrir espacios de comunicación que hagan que nuestros niños y niñas se sientan seguros. Hablar con ellos, pero sobre todo escucharlos, genera un clima de confianza que resulta en un beneficio para todos.

Pero involucrarnos implica también prevenir, y para ello es necesario ser conscientes de que a veces nuestros hijos pueden ser los agresores. Es por esto que es importante tener siempre presente que el ejemplo manda. Y que es responsabilidad nuestra criar niños y niñas empáticos, amables y dispuestos a resolver los conflictos mediante el uso de la palabra.

Es nuestra tarea monitorear los niveles de violencia que se viven dentro del hogar; educar a nuestros niños y niñas en el respeto y el amor; fijar límites sanos y bien demarcados sin usar la violencia; promover el diálogo y fomentar un clima de respeto y confianza para que los niños y niñas puedan acudir a nosotros sin miedo.

¿Puede ayudar el sistema de salud?

En caso de encontrarnos frente a la problemática del acoso escolar, desde cualquiera de sus aristas, siempre podemos recurrir a algún profesional de la salud mental que nos oriente.

Si creés que tu hijo o hija puede ser víctima de violencia en el ámbito escolar, o que puede estar involucrado en el acoso a compañeros, consultá con un psicólogo de nuestra cartilla para recibir el acompañamiento necesario. Cuando toda la familia se involucra, cuando la sociedad entera se involucra, se puede marcar la diferencia.