Por Lic. Cynthia Zaiatz, Jefa del Servicio de Salud Mental del Sanatorio Modelo de Caseros

 

Cada vez que se acerca el cierre de año, entramos en una vorágine por actividades sin terminar, compromisos a última hora, y el deseo de planificar el año próximo con mayor claridad.

Para muchos cada fin de año es extenuante por la cantidad de actividades a desarrollar en tiempo récord. Es frecuente que aparezca la autoexigencia que parece obligarnos a hacer en pocos días aquellas cosas que no entraron en el resto de los meses.

También, es frecuente empezar a hacer balances, una evaluación directa sobre el peso que tus acciones han tenido en tus resultados. Por lo general, hacer evaluaciones a fin de año puede ser frustrante, sobre todo debido a los objetivos que no se cumplieron. Es probable que las metas personales que nos hemos propuesta, algunas se hayan logrado y  otras quedaron en el camino.

Lo importante es saber que, más allá del logro obtenido, es posible que, por la marcha de los acontecimientos, los cambios y los contextos, algunos de los objetivos no llegaron a concretarse.

Desde una mirada interna, podemos observar esta situación de tres maneras:

La mirada negativa:  lo que no pudimos alcanzar o cumplir.

La mirada positiva: lo que sí concretamos.

La mirada alternativa: lo que sentimos y qué podemos hacer para mejorar.

 

La vida no es una ciencia exacta

A diferencia de las matemáticas, en la vida no existe precisión. Pedir que el balance “cierre” suele ser una utopía. Lo que sí es posible es capitalizar las experiencias de tal forma que el saldo sea positivo.

También hemos de contabilizar los intentos y aquellos puntos de inflexión en nuestra vida, los hitos, que quizás llegaron en forma de experiencias desafiantes o dolorosas: forman parte de este recuento de vida.

La tendencia de la mayoría de las personas es que el estado emocional del momento preciso en que hacen el balance influye en el resultado. Esto significa que cómo nos sentimos influye en nuestro balance (y en los resultados concretos de experiencias).

Para poner un ejemplo: si hacemos un brindis con nuestros amigos expresando nuestro balance en medio de una fiesta divertida, seguramente tenderá a ser más positivo; y si lo hacemos en medio de un conjunto de problemas presentes, el resultado será más negativo. El entorno y el momento influyen a la hora de hacer las recapitulaciones y balances de cualquier cierre de ciclo.

Lo ideal es buscar el mayor equilibrio para que ni lo emocional afecte tanto, ni lo racional deje ocultos los sentimientos legítimos de las situaciones que vivimos.

Para acompañar el proceso de despedirnos de un nuevo año (y también funciona para un ciclo de vida de cualquier tipo, por ejemplo, cuando nos mudamos de hogar, cambiamos de trabajo, de ciudad, etc.), podemos aplicar estas herramientas prácticas con el fin de revalorizar el tiempo de balances y salir fortalecidos:

 

Balances parciales. El llegar justo al final y querer hacer una evaluación suele ser agotador, sobre todo si estamos en la vorágine propia de estas fechas. Lo conveniente es hacer una recapitulación cada tres meses para enfocarnos en los aspectos esenciales de nuestra vida (ejemplo: salud, familia, pareja, trabajo, ocio).

Balance de gratitud. Se trata de poner en  relieve todas las cosas por las que estamos agradecidos, empezando por lo más simple. Si lo hacemos diariamente en nuestra etapa de balances (por ejemplo, durante todo el mes de diciembre completo) observaremos un mayor equilibrio y posibilidad de ver las situaciones desde otra perspectiva.

Balance en primera persona. Muchos tienen la tendencia a hacer el balance en relación con los demás: “porque x persona hizo tal cosa, me siento x en cierto aspecto y por eso mi balance es (de tal forma)”. La invitación es a hacerlo en primera persona, ya que los resultados dependen directamente de nuestras acciones e intenciones. De alguna forma todo lo que vivimos lo creamos, provocamos y permitimos, aunque a veces sea duro de aceptar. Esto significa asumir nuestra plena responsabilidad de nuestra vida.

Balances compartidos. Esta herramienta es ideal para implementarla en familia o con los compañeros de trabajo. Se trata de dibujar en forma física un balance de equipo, tomando en cuenta la ruta del conjunto durante el período a analizar. Cada uno hará sus aportes, se escribirán con distintos colores, y se buscarán conexiones con flechas entre lo que refleja cada miembro del equipo.

Balance y propuesta superadora. Cuando algunos aspectos del balance personal no resultaron como esperábamos, la sugerencia es que analicemos rápidamente los motivos, y, a la vez, evitemos quedarnos rumiando en esa emoción de lo incompleto o lo que no salió según nuestra expectativa. El paso superador es que coloquemos una próxima acción de ese aspecto en nuestro plan de objetivos del siguiente año -por ejemplo-, para encararlo con energía y entusiasmo.

Como observaremos, no existe un solo tipo de balance, y el resultado depende directamente de nuestra actitud. Y de nuestra altitud al observar dependerá el enfoque que le pongamos a la perspectiva de esta revisión de nuestras experiencias de vida.

 

Cada fin de año es la oportunidad ideal para planificar el periodo siguiente junto a nuestro equipo.